rumbo

Perder de vista el camino no es en ningún momento razón para recomponerlo y volver a esa senda olvidada. No se puede. Echar pasos atrás para reencontrarme con alguien que no soy más no me apetece. Al fin y al cabo la senda ya está perdida.
Prefiero averiguar hasta dónde me conduce la nueva senda, esa aventura es fascinante, por lo menos para mí.
No se trata de navegar hacia donde el viento lleve, sino de aprovechar ese viento para hacer puerto en lugares no previstos, sólo por el placer de bajarse y echar una mirada a lo inesperado. Porque el dicho de "en cada puerto un amor", no necesariamente debe interpretarse desde el punto de vista sexual, por el contrario, todos tenemos distintos amores, y la mayoría no tienen realción con amor filial o carnal. Se puede amar la naturaleza o al delfín rosa, se puede amar una chela silenciosa junto a una mujer que huele a avellana a la que no se le ama, pero se le quiere.
También se puede amar el instante en el que una sonrisa dura, sin tomar en cuenta a la sonrisa para ello; o el amor que se le tiene a la bocanada de humo que se aspira después del sexo.
Hay tantas cosas a las que se les debe amar que me resultaría estúpido tratar de enunciarlas. No se trata de recetas de felicidad ni de alusiones anecdóticas, por el contrario, se trata de la búsqueda de aquello que aún no amo y que debo encontrar para amar.
No debo recomponer el rumbo, sólo ser más sagaz para darme cuenta de aquellas pequeñas y grandes cosas a las que me falta amar; hoy comenzaré con el espejo.

cine 2

A veces ir al cine, específicamente a ver una película en particular, con algunas o muchas espectativas, ya sea por el director o por los actores o por el tema o por lo que sea, no debiera suceder muy a menudo. Lo digo porque no sé qué decir sobre la peli que acabo de ver.
Death Proof, o como la llamaron en mexicalpando de las tunas, A Prueba de Muerte, me llamó la atención por el director, por el actor y por el proyecto (conjunto con Robert Rodriguez, sí, sin tilde). Y el pero radica en que es una película de difícil digestión. Tarantino no sólo puso un tablero de ajedrez en la pantalla, sino que además jugó al "ahí se va" para despistar al espectador, es decir, a pesar que intuyo que las tomas, la trama, el guión, la fotografía y toda la película estuvo bien planeada y pensada, son tantos los errores "a propósito" que no supe distinguir si estaba viendo Santo contra las momias de Guanajuato o una película de Juan Orol. Neto, estuve a punto de salirme de la sala, pero la esperanza de estar viendo una película de Tarantino me detuvo; esa esperanza de "quizá se componga".
Un largo principio de diálogos aburridos y actuaciones acartonadas, mucha mota, y después, aparece un gordo Kurt Russell. Chale.
Pero Stuntman Mike (Russell) le imprime nueva energía a la peli. Ahora sí estaba oyendo diálogos tarantinescos y guiños sádicos, los sinsentido minutos pasados comenzaron a olvidarse con un entretenido asesino serial simpático y gordo. Bumm, la primera escena de sangre (eso es lo que había pagado por ver) es trepidante, loca, absurda, es Tarantino.
Terminada la primera historia, pareciera que sería una clásica fórmula del asesino serial, pero no. En la segunda historia los recursos son más dinámicos, las fórmulas grotescas, los personajes tornan personalidades inesperadas y se ofrece una de las mejores escenas de persecusión en auto que he visto, lleno de adrenalina y sin obviedades.
El final, mmm.
Me reí, mucho desde la aparición de Stuntman Mike hasta los títulos finales, y ahora que escribo sonrío al recordarlo.
Es una película contradictoria hasta para sí misma: llena de errores, malas actuaciones, malas tomas, evidentes y catastróficos errores de continuidad, clichés, horrorosa edición, pésima fotografía, acartonada en muchos puntos, un final abrupto; hilarante, trepidante, sádica, grotesca, inteligente, con un final que es la cereza por lo absurdo e inteligente.
Realmente no creo que sea una buena película, sino una demostración de Tarantino y Rodriguez que tienen el varo para hacer películas y un grupo nutrido de babosos seguidores que soportamos su cine.
No esperen ver ni Reservoir Dogs ni Pulp Fiction, mucho menos Kill Bill, es diametralmente opuesta a todas y muy similar a todas, con la salvedad que al comenzar la película aparece un letrero advirtiendo que verán muchos errores a propósito.
Si se atreven a verla, les recomiendo llegar veinte minutos tarde, me lo van a agradecer.