Adiós

Estimada:


Con la presente agradezco públicamente su diplomática cartita que me hizo favor de enviar a través del feis en días pasados mandándome a la chingada.
Al respecto me permito decirle que la misiva, así como la entrega, me parecieron de lo más chabacanos. No fue así la parte donde instruye y me empapa de su inteligencia emocional con respecto de las relaciones que tengo con mi familia. Sus indicaciones son tan (...) —después de diez minutos pensando en la acepción correcta, decidí dejar de perder el tiempo y obviarla—, que, desde mi poco humilde opinión, eran innecesarias.
La poca o mucha inteligencia emocional de cada cual es producto de las interacciones con el medio, y esta se ve reflejada de forma tan explícita en su misiva como en esta respuesta de su servilleta.
Es preciso decir que, a esta altura del partido, la relación que opera entre usted y sus familiares me resulta tan (...) —ibídem— que considero que es información que poco contribuye a contextualizar y justificar su cordial patada en mi culo.
Más desconcertantes resultaron las afirmaciones que a sus 43 años siga sin encontrarse y que en este preciso periodo temporal deba emprender una cruzada en su búsqueda.
Al respecto, respetuosamente le propongo un ejercicio:
* Busque un sanitario.
* Entre en él.
* Ubique el objeto brillante y reflector que regularmente se encuentra arriba del lavamanos.
* Colóquese frente a él.
* Obsérvelo con detenimiento,
* et voilà.
Cabe recalcar que este escrito sí está redactado de forma visceral, además que, en lenguaje coloquial, es de ardido.
Me despido de la misma forma en la que cordialmente lo hizo usted:
Agradezco la experiencia, y añado que además le estoy eternamente agradecido por mostrarse tal cual es.
Yo

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