Buen viaje

Ayer cayeron en mi espalda trece años, y aún no me repongo. A veces quisiera sentarme en un tejado y dejar pasar la noche viéndola morir, en lugar de ver el cielo estrellado velando un muerto, observado por deudos que no saben la filiación que tuviste en él, pero que igual agradecen que estés ahí, porque nadie va a velar a un muerto sólo por las galletas y algo de café instantáneo, quizás por algo más mórbido, pero no por el café instantáneo, eso es un hecho.
El muerto fue mi amigo. No de aquellos con los que compartes una vida sino era de esos con los que vives excelentes momentos, algo aislados, pero no por eso menos intensos.
Con él descubrí que en Zacatecas la vida acaba a la una de la madrugada y recomienza a las seis, lo cual nos permitió embriagarnos en el limbo que daba ese impase viendo el Cerro de la Bufa y dando la espalda a los próceres que nos dieron patria.
También fui testigo de su imploración de amor embriagado cual Romeo shakespiriano, y de él recuerdo la mejor mezcla de García Lorca con Quevedo que haya oído en mi vida, claro, con las debidas liturgias de Bacco.
No te lloro, sólo te recuerdo. Salú, Paquín.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace mucho que no pasaba por aquì...

Un abrazo.