Viaje herético I

El principal inconveniente de viajar en transporte público es que otros seres humanos también lo hacen. Esto lleva un paquete completo, pues no sólo se va acompañado de amenas piezas musicales que vitorean a narcotraficantes o que parecen que es una sola, interrumpida ocasionalmente por algún corte comercial, además, abordan personas ofreciendo no delinquir si a cambio en ese momento mitigan su sed o su hambre con alguna sobra.
A pesar que regularmente ignoro lo que sucede a mi alrededor, me conmovió la plática emprendida por un anciano que intentaba redimir el alma de su, quizás, nieto menor de diez años que lo miraba absorto, a quien envolvía con relatos bíblicos, de cómo Dios ayudó a los hebreos a salir de Egipto y de la necesidad imperiosa de honrar a Dios.
De pronto, el niño interrumpió la charla del anciano con una pregunta que lo dejó mudo por unos instantes: ¿por qué Dios no ayuda a su pueblo ahora, acabando con sus enemigos como en Egipto?
Estuve a punto de soltar la carcajada por la agudeza del golpe, pero la respuesta del anciano me sorprendió más, por lo escatofílica y no porque respondiera a la cuestión: Dios obra de maneras misteriosas.
De inmediato recordé a San Agustín en alguno de sus escritos de polémica: "Existen tres maneras de proceder una cosa de otra: por generación, por fabricación o por creación. Esta última sólo es capaz de hacerla Dios."
Si Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, muchas de las funciones humanas están hechas a la imagen y semejanza divina, ergo, Dios debe defecar, pero nadie lo ha visto, por eso es que la respuesta del anciano es parcialmente cierta. No porque responda a la pregunta del niño, sino porque es y debe seguir siendo uno de los más grandes misterios de la humanidad, pues personalmente no me gustaría saber cómo es que obra Dios, eso lo dejo para coprofílicos.
Sin embargo, Santo Tomás llamó mi atención al recordarme que en De ente et essencia él exponía la incorporeidad del espíritu, entonces ¿caga o no Dios?
Entonces decidí ponerlo en una balanza. San Gerónimo y San Ambrosio coinciden en afirmar que Dios no puede ser medido, pero sí comprobado. Primer punto para Tomás.
Durante la segunda parte del Concilio de Trento, se concluyó que Dios puede (y debe) también ser corpóreo, porque de otra forma no sería omnipotente. Punto para Agustín.
Más recientemente, el ex nazi Ratzinger ha afirmado la dualidad de Dios: existe en espíritu y materia, es sustancial y consustancial. Lo cual lo deja en empate.
Por fortuna la manera cómo obra Dios no será develada, para alivio de personas con sensibilidad a lo asqueroso.
¿Y del niño y el anciano? Sólo fueron pretexto para una más de mis herejías.

2 comentarios:

aus dijo...

te odio cuando haces eso, porque le das en la torre a un buen relato o a una buena herejía, ja.

Anónimo dijo...

Muchos hombres le escupirían a dios; yo lo convertiría en hombre.


Busco lo insólito: otra oportunidad del hombre frente a dios.

Francisco León González